Nostálgica Diana, la que apoyaba su cabeza en mi hombro

Paul Anka ha enamorado a los presentes en la última noche de la segunda edición de Pedralbes
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Paul Anka deslumbró en su concierto en los Jardines del Palacio de Pedralbes Lve/ Xavier Gómez

Música | 10/07/2014
Josep Sandoval
Barcelona

La última noche de Pedralbes, que ya en su segunda edición se ha consolidado como una oferta lúdica perfecta, una programación equilibrada, un tempo que oscila entre la nostalgia y el metal, recuerdos al fin y al cabo servidos en un campo elegante, atendidos por cordialidad y simpatía, degustando cualquiera de las ofertas gastronómicas, ya fueran los bocadillos del jardín, el menú de los hermanos Torres o las bandejas de Canal: todo han sido exquisiteces.

Hoy cierra Paul Anka y los ánimos oscilan entre el morbo de ver como estará, o sea comprobar si el paso del tiempo le ha estropeado a él también y hasta qué punto. También por el jardín pasean ilusiones gente estupenda, como el doctor Vila Rovira y su esposa Montse Folch, ella fue su Diana, la que apoyaba la cabeza en su hombro.

Y empieza el espectáculo. Fanfarria y…ladys and gentlemens…Paul Anka. Entra por la platea y se instala la locura. Le canta a Diana y le dice que una vez en la vida y…sigue la locura.

Una señora lo encuentra bajito y otra fan lo ve bronceadisimo. Un exigente dice que va un par de tonos por debajo. Dice que tú eres mi destino y todos cantamos, muchos tonos por debajo, que sí, que somos su destino, el destino, nuestro destino.

Hay 14 músicos en escena y suenan como cien. Hace cantar a todos, baja de nuevo y se hace varios selfies con señoras encantadas de haber venido. La historia de Adán y Eva sería un buen inicio si un día decidiera hacer un musical al estilo de Mamma mia! y, a partir de ahí, que todo sea un fraseo de amor de un tiempo de abrazos y besos a media luz.

Así hasta que esta noche mi amor te haga el idem locamente. Hace buenos días, ayer mientras una pantalla recoge, a modo de vídeos caseros una juventud, la nuestra. Y enseña a sus cinco hijas, el tiempo en la vida. Y muestra a su hijo, Ethan.

Nostalgia, sí, pero que hermosa con ese amor que huye a medianoche. Ahora sí: pide que apoyemos la cabeza en su hombro y Pedralbes ya es una coral afinadísima que le perdona todo a este lonely boy que sigue con sus selfies por la platea mientras pide ese beso. Y que por supuesto le regalan a docenas. Y es que ella…ella she is a lady.

Llevamos 45 minutos de show y ha cocinado 18 pastelillos al azúcar cande. Una fan desde la localidad más alejada le grita que le quiere y él la invita al escenario. Pero se cuela otra más rápida. La de la efusión se queda sin premio.

Anka se toma un descanso al piano sólo para insistir en que I do love you. Y le canta a Buddy Holly para entrar en la tanda de recuerdos salpimentados de country o de rimas familiares que hacen sonreír a la noche, como ese bye, bye, love del que Foose hiciera una dramática versión en All that jazz ratificando la muerte y que aquí es canto a la vida, a pesar de que sean lágrimas del cielo y las haya dibujado Eric Clapton también de trágico recuerdo.

A las once y media uno insiste en que le dejemos probar de nuevo tras haber dirigido a su, grande, espléndida big band. Es una bella manera de enlazar con my way e iniciar el tramo final de un concierto encantador, como haber estado en Las Vegas sin salir de Barcelona. Como siempre, parece final, pero no lo será. Y no es porque aparece New York en la pantalla y en su voz. Todos de pie corean de nuevo. Pero no puede ser el final. Y tampoco lo es. Llega twist and shout. My way a todo ritmo presagia un apoteosis. Y llega proud Mary. Y un bis de Diana que se va a dormir, echando en falta que tú eres mi destino. Que la hizo sólo en música.

http://www.lavanguardia.com/musica/20140710/54410989816/nostalgica-diana-apoyaba-cabeza-hombro.html

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