Más que nostalgia, prefiero llamarlo gusto por lo bueno. Emoción.

Diamantes Musicales, o lo que es lo mismo el Pincha y Dani, con el merecido apoyo del la Concejalia de Cultura del Ayuntamiento de Torrelavega, tuvieron a bien invitar el pasado día 7 de diciembre a sus convecinos a que se unieran a ellos en las celebraciones del octavo aniversario de su programa radiofónico. Una efemerides que vino a coincidir con el ojo del puente de la Constitución y que tuvo como acto central un atractivo concierto de los sevillanos Biggles en el Teatro Municipal Concha Espina. Dos horas de canciones de los Béatles, Credence Clearwater Revival, Eagles y otros grandes que seguro que algún cronista caerá en la tentación de definir como una “velada para la nostalgia”. Topicazo vacío y ñoño del que apostaría que idéntico firmante no tendría el cuajo de aplicar si la música interpretada fuera de Vivaldi o Lucio Lazaro por citar algunos nombres.


No, no creo que fuera una velada para la nostalgia. Si acaso para la conmiseración, si nos atenemos a odiosas e improcedentes comparaciones con Biber o Gaga, el Danza Koduro o el Gangnam Style. Lo que sí que fue, y de esto estoy seguro, es que se trató de una bonita noche para las guitarras. Dos Fender Stratocaster y un bajo Hoffner de violín, como el de McCartney, que en 120 minutos nos hablaron con el acento sufrido y quejumbroso del blues de Eric Clapton o el regusto a desierto y pradera de la Marshall Tucker Band. Sonido Mersey del Liverpool de los Fab Tour y aires de baja California donde los Eagles nos dijeron que había un hotel en el que siempre puedes entrar, pero del que nunca vas a salir. Que no s acercaron por unos minutos a los Bayous de Florida de los hermanos Fogertty  o a las comunas sureñas de los también hermanos Allman. Guitarra eléctrica, la misma esencia del rock and roll, que se apoderó de nosotros otros 120 minutos más para recordarnos que “Its only R`n`roll, but we like it”. Nostalgia? La misma que siento cuando contempló El jardín de las Delicias, de El Bosco, la misma que cuando escucho el concierto numero 2 de Brandemburgo de Bach, la misma que cuando leo La vida del Buscón, llamado de Pablos, de Quevedo. Pero yo, más que nostalgia, prefiero llamarlo gusto por lo bueno. Emoción.

Expertos. Buenos, los Biggles, especialmente en el blues y en un duelo no intencionado entre temas de Eric Clapton y George Harrison. Y acertados una vez más Diamantes Musicales, regalándonos con música de calidad.

Manolo Teira (Diamantes Musicales)

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