Bob Dylan: de huracán a tempestad

La crítica anglosajona aclama el nuevo álbum del cantante norteamericano, ‘Tempest’, a la venta el 11 de septiembre

Cultura | 04/09/2012 – 00:41h

La productividad de Bob Dylan se refleja en su infatigable capacidad para realizar giras sin principio ni fin, y cada pocos años, para sorprender con algún disco EFE

Esteban Linés
Barcelona

Siempre que aparece un nuevo disco grabado en estudio de Bob Dylan surge la inevitable pregunta de si se tratará de la última muestra discográfica del genio de Duluth. Pero tratándose de Dylan, con una perseverancia a prueba de bomba y un ritmo creativo casi de metrónomo, las elucubraciones sobre su carrera siempre se han demostrado una pérdida de tiempo. Había anunciado que este iba a ser año de disco nuevo, y el próximo once de septiembre su palabra se convertirá en realidad con Tempest (Sony) el álbum número 35 de los grabados en estudio. Son diez canciones propias y de nuevo cuño que ven la luz desde que publicara Together through life hace tres años.

A sus 71 años, Dylan simboliza uno de los casos más gloriosos de longevidad y productividad artísticas. Y con el valor añadido de que desde hace unos cuantos lustros su dimensión musical no es más que una de las facetas de una figura que ha devenido referencia cultural en su más amplia expresión. En la literaria, por ejemplo, o en la de personaje de trascendencia social. Y es desde este doble punto de vista como se está enjuiciando y valorando el contenido del mencionado Tempest (Tempestad), un título de evidente connotaciones shakespearianas que el propio Dylan no ha dejado de avivar con difusa intención, tal como recoge la revista Rolling Stone en su último número: “La última obra de Shakespeare se llamó The tempest. No se llamaba Tempest a secas. El nombre de mi disco es Tempest a secas. Son dos títulos diferentes”.

Sea coincidencia o no, la aparición en el mercado del nuevo disco de Dylan (Robert Zimmermann, 1941) está siendo visto en los medios musicales anglosajones como un acontecimiento cultural de proporciones quizás no colosales pero sí magistrales. Más allá de valoraciones estéticas, Tempest trasluce desde un buen principio dos características que le marcan como obra musical. Por una parte, el detalle de que sea el propio Bob Dylan el que haya decidido volver a asumir la producción de la obra, amparado tras el seudónimo de Jack Frost. Puede que no le hayan gustado sus experiencias en este aspecto, cuando tenía que laborar y adaptarse a los dictados y/o recomendaciones de segundas personas (Daniel Lanois o, en su día, Don DeVito), pero ahora en este álbum vuelve a ejercer una labor que ya había hecho suya en sus últimas obras. Pero, en esta ocasión, su tarea parece excesivamente funcional, sin mucho espacio para el detalle, para la creación de atmósferas sonoras compensadas y homogéneas, pero, en cambio, ideal para escuchar la libertad con la que canta, narra o recita sus letras acerca de temas intemporales. No por ya conocido, y fríamente mirado, no deja de sorprender la impunidad y libertad con la que canta este intérprete capital de la cultura contemporánea: una voz áspera la mayoría de ocasiones, y en otras con un tono arrastrado que le acerca a la ininteligibilidad (Roll on John, Pay in blood).

Y el otro aspecto que condiciona a Tempest es su carácter marcadamente literario, hecho que lo engarza íntimamente con lo dicho anteriormente: la producción y el propio cometido de los músicos acompañantes, hacen  que estos ejerzan como simples forjadores de un decorado sonoro por el que transitan sus largas, densas, a veces inacabables peroratas. Entre estas destacan el corte que da título al disco (14 minutos y 45 versos sobre su particular teoría acerca del hundimiento del Titanic), o los más de siete minutos de Narrow way. Más cercanas musicalmente aparecen Roll on John (un hermoso blues sobre John Lennon), Pay in blood, de evocadores ecos gospel, o Dusquene whistle, donde se narra una inocua historia de ferrocarriles con steel y órgano sureño.

Música, músicos y partituras al servicio de una literatura de elevados vuelos. Una música, pese a este cierto relegamiento, que transmite buen blues y folk de raíz, aunque apenas atisbo hacia el rock. Los músicos que le acompañan en esta tarea de porticar con música su particular literatura son los mismos instrumentistas que le han estado acompañando en los últimos años en su gira sin final: el contrabajista Tony Garnier, el batería George G. Receli, el guitarrista steel Donnie Herron y los guitarristas Charlie Sexton y Stu Kimball, a los que hay que añadir a David Hidalgo, del grupo Los Lobos, que introduce agradecidos toques de acordeón y violín.

http://www.lavanguardia.com/cultura/20120904/54346051606/bob-dylan-nuevo-disco-tempest.html

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