La vida siempre sigue igual para Julio Iglesias

El cantante estrenó anoche su gira española en el Gran Teatre del Liceu

D. Morán – abc_cultura / Barcelona
Día 05/07/2012 – 16.53h

EFE Julio Iglesias, anoche en el Gran Teatre del Liceu

Ya pueden hundirse estados y desplomarse economías, ya puede el mundo andar la mar de revuelto que la vida sigue igual, exactamente igual, para Julio Iglesias. Para él y, claro, para sus seguidores, legión que sigue acudiendo en masa a cada de la citas con el cantante madrileño con la intención de perpetuar el culto a un artista que, genio y figura, sigue prácticamente imperturbable ante el paso del tiempo.

Anoche, sin ir más lejos, aterrizó en el Gran Teatre del Liceu, escenario en el que ya se estrenó el año pasado por estas mismas fechas, y las dos noches, la de ayer y la de 2011, acabaron fundiéndose y confundiéndose, rendidas las dos ante un cantante que, a ojos de su público, es mucho más grande que sus canciones.

Es cierto que en esta ocasión no habló de su jet privado -«que ustedes me han pagado», como dijo el año pasado en el mismo escenario-, y que a cambio se enzarzó en un extraño discurso sobre macroeconomía, competitividad y la grandeza de España, pero por lo demás la noche transcurrió por esa senda ya conocido en la que todo, desde los músicos a las canciones pasando por un público que se revolvía en las butacas entre gritos y vítores, acaba hincando la rodilla ante Julio.

O, mejor dicho, ante esa inimitable forma de acercarse a las canciones desfigurando fraseos y transformando el cantar en un inabarcable catálogo de gestos, suspiros y, en fin, cabriolas vocales de todo tipo. Y así, como si alguien le hubiese dado botón de pausa, se arrancó Julio con «Amor, amor, amor”,“La gota fría” y “Nathalie” y pronto quedó claro que, pese a las modulaciones del repertorio y al , la vida seguiría igual. Una vez más.

Ahí estaban, por ejemplo, la pareja de bailarines de tango, las tres coristas semiornamentales y una banda que apenas molestaba, con el volumen al mínimo para que la voz de Julio pudiese derrapar a placer en «Un canto a Galicia»,»Échame a mí la culpa», «Mammy blue»,»De niña a mujer», «Hey», «Me va, me va» y, claro, «La vida sigue igual».

Tampoco faltaron sus hondas reflexiones -«nunca me hubiese imaginado estar el China y Finlandia como estoy en mi país» o «Creo mucho en la mezcla de razas, creo mucho en España»- ni ese picoteo en cancioneros ajenos que le llevó a pasearse por «My Sweet Lord», de George Harrison, «Ne Me Quitte Pas» de Jacques Brel, «When You Tell That You Love Me» de Abert Hammond y, faltaría más, a someter clásicos añejos como «Let It Be Me», «I Can’t Help Falling in Love» e incluso un «My Way» en castellano que vino a confirmar que, en efecto, Julio Iglesias sigue a lo suyo. A su manera.

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