El músico conquense seduce con su naturalidad a un público de por sí entregado, en su concierto en el Teatro Rialto
Pablo Martínez Pita
Día 13/06/2012
Hay gente sabe hacerse querer. José Luis Perales es uno de ellos. Encima del escenario da la impresión de que es nuestro primo de toda la vida, o el vecino simpático que ha organizado una fiesta y actúa de anfitrión. Además, las canciones resultan tan familiares, que el Teatro Rialto, de Madrid, se dejó envolver, el martes por la noche, de un ambiente sumamente acogedor.
La cercanía es una de las bazas de este hombre que tiene el mérito de haber compuesto un buen puñado de canciones que forman parte de la banda sonora de este país. Por eso, a la hora de presentar su nuevo disco, «Calle Soledad», las referencias a ese pasado glorioso despiertan enseguida al coro que habita en todo público que se precie. Cánticos que, cuando cesaban, dejaban paso a piropos de todo tipo: «Viva tu madre», «guapo», «gracias por ser así», «vivan los castellanos».
El caso es que, a estas alturas, Perales se puede permitir muchos lujos. Como grabar un álbum cuando le viene en gana, cómo le da la gana y ofrecérselo a una multinacional para que lo publique. Si pasan seis años sin composiciones nuevas, pues que pasen. No trabaja por encargo. Y entonces se rodea de músicos de primera división, como los que le acompañaban anoche. Dirigidos por el pianista Iván «Melón» Lewis, el cantante ha dejado en manos de los virtuosos los arreglos de esas viejas melodías, totalmente reconocibles, pero «vestidas» de otra manera.
Como un sorprendente ritmillo country para «Un velero llamado libertad». La celebérrima «Y cómo es él» o mejoraba al prescindir de las ampulosas cuerdas. Bonitos los arreglos, en plan «desenchufado», de «Por qué te vas». Además de reivindicar su autoría de temas escritos para otros artistas, también le gusta recuperar canciones más escondidas en su discografía, como «El hombre y la sirena». Eso sí, con la que llegó a emocionarse él mismo fue con la interpretación de «Canción para Manuela», dedicada a su nieta y perteneciente a «Calle soledad».
En la recta final del concierto no hizo la clásica «paradiña» de descanso para dar entrada a los bises, con lo que no fueron entendidos como tales por los presentes, que se quedaron con la sensación de que faltaba algo y con los gritos «otra, otra» perdiéndose infructuosamente entre la platea y el anfiteatro.
http://www.abc.es/20120613/cultura/abci-perales-201206131404.html