Mick Jagger, el desenfreno corporal que cambió el rock

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«Más que un bailarín, el líder de los Stones es un ‘showman’, con un estilo muy propio», afirma la biógrafa Lydia Azzopardi

Rolling Stones ‘ 50 | 12/05/2012

Jagger en plena perfomance de Street Fightin' Man en el Grand Garden Arena de Las Vegas, una década atrás Ethan Miller / Reuters

Maricel Chavarría / Barcelona

Pretender que los movimientos espasmódicos de Mick Jagger lo convierten en un bailarín digno de estudio es tal vez ir demasiado lejos. El cantante de los Stones no es a la danza, ni mucho menos, lo que fue Michael Jackson. Ahora bien, su elocuencia gestual y sus movimientos eléctricos llegaron cargados de significado, en plena década de los sesenta. Por otra parte, cincuenta años sobre el escenario dan para mucho. Tanto como para considerar que la actitud corporal de Jagger ha marcado la estética del rock tal como lo conocemos. Vitalidad, provocación, rebeldía, sensualidad, desesperación… y hasta un cierto peterpanismo definen el papel del cantante solista. Si puede ser, en un cuerpo fibroso y eléctrico. La expresión misma del sueño de la eterna juventud.

«Más que un bailarín, Jagger es un ser en movimiento, energético y sexual. Su cuerpo es una extensión visual de la música», apunta el coreógrafo Wayne Eagling, director del English National Ballet. «Se mueve por instinto, lleva su arte a un nivel físico con toda naturalidad. Quizás rítmicamente no sea muy bueno, pero lo cierto es que es un espíritu libre: él se mueve así, como aquél que habla con un acento determinado».

Cuenta Keith Richards en su autobiografía, Vida, que los movimientos de Jagger tienen mucho que ver con el hecho de que los Stones, en sus inicios, tocaran en escenarios pequeñísimos. «Dale a Mick Jagger un escenario del tamaño de una mesa y lo hará mejor que nadie, excepto tal vez James Brown -escribe Richards-. Twist, giros, unas maracas… y venga ya. Solía dar vueltas alrededor nuestro porque no tenía más espacio. Si movías la guitarra, le dabas a alguien en la cara (…). Me asombraba que pudiera hacer tanto en tan poco espacio. Era como ver danza española».

¿Bebió aquel Jagger primerizo del baile de los músicos negros igual que de su forma de cantar? «No, él quería cantar como un negro, pero no tanto bailar como ellos», dice la coreógrafa Lydia Azzopardi. «Su atractivo no estaba tanto en sus pasos, porque parecía que daba patadas. Pero era una torpeza atractiva. Un estilo muy propio que no se puede comparar a James Brown. Más que un buen bailarín, Jagger es un showman».

Sin embargo, al divo no se le escapó detalle viendo a James Brown en el Apollo, según cuenta Richards. «Mick se fijaba mucho en el movimiento de sus pies. Sacó más partido viendo aquel concierto que yo sobre qué suponía ser el cantante solista, sobre cómo bailar». Pero Jagger se fijó, sobre todo, en cómo Brown chasqueaba los dedos y todos le hacían caso. Le fascinó el liderazgo.

«Jagger tenía un movimiento muy personal, con sus caderas serpenteantes y ese modo energético de estar sobre el escenario. Le vi en 1964, cuando intentaba contaminarse del rythm & blues y la Tamla Motown, y se deslizaba de aquella manera tan típica». Lo cuenta Azzopardi, natural de Londres y una de las adolescentes que vivió en primera persona aquellos directos de los Stones. «Sin embargo, encontró su estilo en lo más explosivo, moviéndose de derecha a izquierda y yendo de aquí para allá, con sus piernas delgaditas y sus caderas expresivas».

A finales de los setenta y principios de los ochenta, cuando empezaron a actuar en grandes estadios, Jagger se olvidó de lo bueno que era en un metro cuadrado. Richards le acusa de haber comenzado a disiparse y de actuar de forma antinatural. «La gente quiere ver eso, espectáculo: pero eso no es necesariamente lo que él sabe hacer mejor», escribe Richards. Pero Jagger, muy competitivo, quería probar nuevas cosas, moverse como Bowie, vestirse de manera extravagante… Y en cuanto los shows se volvieron gigantescos, le dio por correr por las rampas, ávido de llenar el espacio. Lo eléctrico se tornó atlético.

Pero volvamos a sus inicios, en los que su boca, su rostro y toda su expresión acentuaban su movimiento salvaje. Años en que, cuando nadie bailaba, él ya lo hacía. Fue cuando los guateques se contaminaban con la ambigüedad sexual del Stone, cuyos pantalones de terciopelo enloquecían a las chicas.

«Jagger pertenece a una genealogía en la que los bailes sociales dejaron de ser de pareja para pasar a ser individuales, conectando con una emancipación de todas las etiquetas y protocolos: el twist, el boogie y la agitación eran para las generaciones anteriores danzas psicóticas». Lo explica el profesor de Teoría de la Danza Roberto Fratini. Primero, Elvis Presley; después, Jagger y luego, Ian Curtis, de Joy Division, convirtieron la danza en la expresión de un desenfreno inarmónico del cuerpo, porque respondía a una música de agitación cuyo objetivo era desmelenar el protocolo de participación de la danza. El cuerpo debía conectar con la electricidad, que la chispa de la vida lo sacudiera.

«Se usaba el cuerpo de modo expresionista y la de Jagger era una mueca corpórea», añade Fratini. Ahí, cuando la música popular deja de ser melódica, empieza a asociarse a un look específico, una imagen más integrada en la que los músicos parecían poseídos, afectados por la música, en el contexto de la liturgia del rock», añade.

«Es cierto que el mejor bailarín sobre el escenario musical ha sido Michael Jackson, pero Mick era algo fuera de lo común, y blanco», recuerda Azzopardi. «Y a sus 68 sigue moviéndose, nadie ha superado su energía en escena». Sin ir más lejos, actuó en febrero en la Casa Blanca, frente a Barack Obama. Véanlo en Youtube. Jagger jadea, pero no más que un cuarentón poco entrenado.

ENLACE: http://www.lavanguardia.com/cultura/rolllingstones/20120512/54292285348/mick-jagger-desenfreno-corporal-cambio-rock.html

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