Políticamente incorrectos
Salvo contadas excepciones, su música no era política.
Pero sí formaron parte de la banda sonora de las protestas de los 60
ABC.es – Manuel de la Fuente / madrid
Día 17/04/2012
Los Rolling Stones siempre prefirieron hacer el amor (a mansalva) y no la guerra. Ni la política. Pero aquellos chicos que en media Europa se pasaban el día buscando la playa debajo de los adoquines, cuando volvían a casa después de haber hecho la revolución no se ponían en el tocata a Edith Piaf o a Charles Aznavour, precisamente.
Continuaban la revuelta en la cama, a solas o en compañía, leyendo a Marcuse, a Camus, a Sartre, a Mao, mientras en el pick-up sonaban Dylan, los Beatles, los Byrds, los Jefferson Airplane, Jimi Hendrix, Janis Joplin y, por supuesto los Stones, una banda que pocas veces se metió en los berenjenales de la política pero cuya música y sus actitudes siempre fueron rebeldes y airadas, contestonas y vitriólicas. Coquetear con el diablo, aunque sea musicalmente, no es desde luego muy políticamente correcto.
La triperina lengua stoniana
Durante años los Rolling se dedicaron a sacarle esa lengua triperina y emponzoñada que es su emblema a lo establecido, a lo normal, a lo decente. Frente al carácter apolíneo de los Beatles, los Stones eran lo dionisíaco, lo visceral, las altas y bajas pasiones. El rock and roll no es político en su esencia, pero los caderazos de Elvis y los morros de Jagger cargados de trinitrotolueno a punto de estallar removieron y conmovieron los cimientos bienpensantes occidentales.
Probablemente, el disco más social y hasta algo político de los Rolling Stones sea «Beggars Banquet» («El banquete de los mendigos»), que se abría exactamente con «Symphaty for the devil», canción inspirada al parecer en la novela «El maestro y Margarita», de Mijaíl Bulgakov, que Marianne Faithfull le había regalado a Mick Jagger.
Además, el álbum significó el regreso del grupo a sus orígenes ritmanblueseros tras sus devaneos con la psicodelia y otras hierbas. Otra de las piezas estrella del disco era una canción de barricada como «Street fighting man», un llamamiento a la insurrección. Justamente el álbum se grabó en esos meses del 68 en que ardía París y ardía media Europa.¿Coincidencia?
Además de pasárselo en grande en los continuo fiestorros y saraos del London Swinging, los Stones, como prácticamente todos los grupos de rock al menos en sus comienzos, eran gente que estaba al cabo de la calle, tipos más o menos conscientes de que el mundo era en aquellos momentos una olla hirviendo de descontento y ganas de rebelión. Los Stones no eran hippies y para ellos el Verano del Amor no era una frase hecha, sino una cuestión casi puramente biológica.
Ese disco del año 68 tuvo problemas en los Estados Unidos. Su portada (un retrete lleno de pintadas) y las dos canciones ya citadas, la diabólica y la insurrecta, fueron consideradas peligrosas, sobre todo en vísperas de la Convención Demócrata de Chicago, que a finales de agosto acabaría como el rosario de la aurora.
Quizá una canción no pueda hacer la revolución, pero los cambios vertiginosos que la sociedad occidental vivió en los años 60 tuvieron una banda sonora original cuyo nombre es rock and roll. Y en esa banda sonora los Rolling Stones fueron protagonistas principales.