Cuando David Bowie se transformó en Ziggy

Hace cuarenta años se publicó una de las leyendas del glam rock y de David Bowie | En el disco, David Bowie da un vuelco camaleónico a su música y personaje | Ziggy Stardust era el álter ego andrógino de Bowie en forma de personaje de ficción

La Vanguardia
Música | 09/04/2012

La influencia del grunge, en su caso muy lejana, se percibe sin embargo en un 'casual look' GYI

Esteban Linés
Barcelona

El músico británico revolucionó la escena musical en los 60 con los vestuarios que incorporó a las giras de 'The man who sold the world' o de 'The rise and fall of Ziggy Stardust' GYI

David Bowie es uno de los artistas más agradecidos para los focos mediáticos, tanto por contrastada calidad artística, por su incomparable desenvoltura dentro y fuera del escenario y, también, por el morbo que despierta su retirada del panorama musical desde que fuese operado del corazón en 2004, los rumores sobre su estado de salud o sobre su potencial regreso. A ello se suma ahora el cuarenta aniversario de la aparición en el mercado de uno de los discos más determinantes de su carrera, The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars, obra que caracterizó su vertiente más camaleónica y una de las referencias del glam rock de los años setenta.

Más allá de especulaciones, la obra de Bowie (Brixton, 1947) fue rupturista formal y visualmente, mientras que musicalmente buscó aunar esencias poperas con una energía que ya anunciaba la contundencia punk. Un álbum y una obra que marcaron a contemporáneos como Lou Reed o Iggy Pop y a infinidad de músicos posteriores de toda condición como Echo and The Bunnymen, Gary Glitter, Radiohead, Air o Lady Gaga, por citar un puñado heterogéneo. A Bowie se le comenzó a ver en España gracias a los esfuerzos del promotor Gay Mercader, que le montó dos conciertos en el Mini Estadi en julio de 1987. «Hacía años que lo quería traer y al final lo pude hacer gracias a Brian Eno, amigo común. En Madrid pinchó y aquí me costó mucho», recuerda. También lo hace Jaume Sisa, que rememora que un año antes de la aparición de Ziggy Stardust «había abandonado el grupo Música Dispersa y estaba intentando grabar un disco; me encontraba en un pozo, en todos los sentidos de la palabra. En aquella época escuchaba lo habitual como Pink Floyd, Frank Zappa o la Incredible String Band, y en ese sentido David Bowie no era un gran santo de mi devoción. Para mi gusto personal en aquella época era sinónimo de demasiado circo y glamur, aunque el álbum es uno de los clásicos de los setenta». El productor, cantante y músico Marc Parrot adelanta que descubrió «a Bowie de mayor, y fue una revelación. Tanto por el talento que él atesoraba, tan dotado como cantante y compositor, como por ser creador de espectáculos, por su look. El disco Ziggy Stardust tenía unas referencias claras del rock clásico, de los cincuenta, y él fue y le dio la vuelta».

Bowie, además de otras cosas, representaba el lado intelectual del glam, había alumbrado ya un puñado de magníficos elepés (Space oddity, The man who sold the world, Hunky dory…) y en 1972 se encontraba en una de las cúspides de su carrera: produjo a Lou Reed y a Mott the Hopple, y creó un personaje de ficción galáctica para sus nuevas canciones, que acabó editando en el disco The rise and fall of Ziggy… (RCA).

El disco fue la materialización de un complejo engranaje donde destacaba el guitarrista Mick Ronson, sobre el que descansaban las canciones escritas por Bowie. Apareció en el mercado en junio de 1972 junto a su primer single, un aclamado Starman que para muchos es paradigma del glam rock más heroico, Pero lo más característico del disco, sin duda, es que el personaje se come al cantante. Entonces fue Ziggy Stardust, andrógino álter ego del propio Bowie, el personaje fantástico ideado, pero antes y después aparecieron otras creaciones memorables: Major Tom (protagonista de la imborrable Space oddity, 1969), Aladdin Sane (de hecho, una evolución de Ziggy, 1973) o Thin White Duke (personaje impecablemente ataviado de en Station to station, 1976).

El recurso del personaje de ficción es algo íntimamente asociado a esa vocación camaleónica que determina cualquier valoración de su obra. Marc Parrot considera que «Bowie ha sido imprevisible por su capacidad de ir siempre un paso más allá de lo que solía hacer un intérprete de rock típico. De hecho, él era capaz de romper el cliché del rock y del pop desde muchos puntos de vista, y eso es algo único». En la misma dirección se posiciona Gay Mercader: «Los grupos y cantantes de entonces, en el mejor de los casos, navegaban con los tiempos pero siempre manteniendo una identidad propia, como hacían los Stones, pero reinventarse completamente de vez en cuando no lo hace cualquiera».

En cualquier caso, la trascendencia de este álbum fue prolongada. Para Santiago Auserón, por ejemplo, que recuerda que «en aquella época yo era dylaniano, pero mi hermano Luis era mucho más abierto y a través de él supe del glam británico y de la Velvet Underground. En un primer momento, tanto Lou Reed como David Bowie no me gustaron por su amaneramiento, sobre todo visual. Pero cuando apareció Ziggy Stardust me quedé deslumbrado. Allí la guitarra de Mick Ronson tiene una importancia capital, y si a ese poderío guitarrero le añades calidad melódica, energía en la interpretación y elegancia vocal, te sale una obra mayúscula, gloriosa».

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