Adiós a Levon Helm, el latido cautivo de América

Adiós a Levon Helm, el latido cautivo de América

elpaís.es
Por: Fernando Navarro | 20 de abril de 2012

Auténtica sangre norteamericana. Resonancias míticas de una tierra bastarda, de espíritu indio, orgullo herido negro y músculo osado blanco. El sueño de un lugar bajo el sol, la supervivencia pésima del recién llegado de muy lejos. Si alguna vez América necesitó transformarse en “el sonido que hace el viento entre los matojos del camino”, como recordaba Woody Guthrie en su autobiografía, o en “el susurro de las voces del viento en el trigo encorvado”, como concluía Truman Capote en A sangre fría, fue con la música de The Band, se dejó sentir con el estremecedor toque de batería y el desesperado canto de Levon Helm, fallecido ayer a los 71 años en un hospital de Manhattan, Nueva York, tras no superar un cáncer de garganta contra el que luchaba desde 1998.

Es el agónico adiós de un patriarca de la música norteamericana de raíces, después de que su familia anunciase el martes, a través de un comunicado, que Helm estaba “en la etapa final de su batalla contra el cáncer” y pidiese “las últimas plegarias” para su viaje. Un viaje sin retorno que, sin embargo, como las grandes estrellas, deja una de las estelas más luminosas e impactantes del firmamento de la música popular estadounidense. Un legado ya inmortal no solo porque, a día de hoy, se multiplica en casi cada canción de Wilco, Fleet Foxes, The Felice Brothers, The Black Crowes o toda formación que necesita acudir a la inspiración de The Band para hallar la síntesis perfecta de los sonidos genuinos norteamericanos, sino porque, al mando de su sobresaliente carrera en solitario, Helm guardaba la esencia del mejor folk.

Nacido en Arkansas e hijo de granjeros, Helm creció escuchando los cuentos y leyendas de los indios Chickasaw a los que pertenecía su abuela, así como los sonidos rurales del blues del Delta, el country y el bluegrass de la región. A los 11 años, tras formar un dúo con su hermana, fue contratado como baterista por el músico de rockabilly Ronnie Hawkins, quien le formó y se lo llevó a Canadá donde creó su banda de acompañamiento, conocida como de Hawks, embrión de The Band. Para su cruzada de pasar del folk al rock, Bob Dylan pidió a los Hawks que le acompañasen y estos se embarcaron en una de las grandes aventuras musicales del siglo XX norteamericano, aunque Helm, harto de recibir silbidos y abucheos, estuvo fuera de la banda voluntariamente entre 1965 y 1967.

A su regreso en 1968, los Hawks pasaron a llamarse The Band y, bajo el amparo del Albert Grossman, manager de Dylan, grabaron su primer disco, Music From Big Pink, una asombrosa apuesta por las raíces en pleno auge contracultural del pop, con la psicodelia californiana y los Beatles del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Junto con el siguiente, The Band, sellaron dos obras maestras del folk-rock con himnos como The weight o The night they drove old dixie down. En palabras de Helm: “Fue nuestra rebelión a la rebelión”. Dueño de un ritmo embriagador, lleno de sentimiento, Helm fue a las baquetas para el ecléctico rock americano de The Band lo que Ringo Starr fue para el pop universal de los Beatles. Fue el corazón.

En 1976, el guitarrista Robbie Robertson dio por terminada The Band, algo que molestó muchísimo a Helm con quien tenía varios encontronazos por las fuertes personalidades de ambos. Ningún epitafio ha sido más celebrado que el que protagonizaron rodeados de amigos y admiradores como Dylan, Eric Clapton, Neil Young, Dr. John, Van Morrison o Muddy Waters durante su concierto de despedida filmado por Martin Scorsese y llamado El último vals. Una cinta de culto por fans y músicos pero odiada desde el primer día por Helm por el excesivo protagonismo que recibió Robertson.

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