Springsteen en Gijón: la incombustible veracidad del rock

Bruce ofrece en la ciudad asturiana un concierto de (solo) 213 minutos ante 30.000 personas, en su única cita española de la temporada, que acabó con ‘Thunder Road’ en acústico, con todo el estadio en pie y las luces encendidas.
Por David Gallardo

Springsteen ayer en Gijón interactuando con sus fans. FOTO: David Gallardo

Concierto: Bruce Springsteen en Gijón

Fecha: 26 junio 2013

Asistencia: 30.000 personas

Repertorio: My love will not let you down, Out in the street, Better days, Ain’t good enough for you, Travelin’ Band, Wrecking ball, Death to my hometown, Jack of all trades, The River, Atlantic city, You can look (but you better not touch), Darlington County, Because the night, She’s the one, Rosalita (come out tonight), Shackled and Drawn, Waitin’ on a sunny day, Drive all night, The rising, Badlands, Light of day, Radio nowhere, Born in the USA, Born to Run, Seven nights to rock, Dancing in the dark, Tenth Avenue Freeze-Out, Twist and shout, Shout, Thunder Road (acústico)

LA PEREGRINACIÓN

Después de ofrecer el pasado año seis conciertos en Sevilla, Las Palmas, Barcelona (2), San Sebastián y Madrid, Bruce Springsteen & The E Street Band han regresado en 2013 a Europa con su gira Wrecking Ball, generosa en fechas por todo el continente, pero tacaña en España por los motivos que sean, principalmente económicos.

Así las cosas, finalmente fue Gijón la localidad que se llevó el gato al agua de la playa de San Lorenzo para recibir al rockero estadounidense, en la tercera parada de su trayectoria en la ciudad asturiana, tras las visitas de 1993, 2003 y 2013 (el reto para 2023 ya está lanzado, pues aunque para entonces Bruce tendrá 73 años, nadie contempla ahora mismo la posibilidad de que eso no vaya a ocurrir).

La ciudad asturiana abrió sus brazos al que se pega una paliza en coche desde Santiago de Compostela, a los que se dan un paseo desde Santander, a los que cruzan el país desde Sevilla por carretera, a los que vuelan desde Barcelona… Desde días antes se generó tal impaciencia colectiva que los primeros fanáticos terminaron apostados a las puertas del estadio desde el pasado domingo, esto es, más de tres días antes. Para la noche del martes, ya había alrededor de un millar de personas con su numerito rotulado en hombros, antebrazos y manos, para que el acceso a pista fuera lo más ordenado posible.

Y ojo, porque no hablamos de quinceañeras alocadas, sino de treinteañeros, cuarentones y cincuentones (de sesenta y setenta también hay) atolondrados, de esos que se organizan las vacaciones de la temporada en función del itinerario de ruta de Springsteen. Todo se focaliza en qué, cómo, dónde y, sobre todo, cuándo y cuánto hará Bruce. David, de Madrid, con el número 1 escrito en su mano derecha, lleva desde el miércoles pasado en la cola. Es decir, siete días esperando. La soledad en El Molinón le duró cinco horas. El tiempo que tardó, el número dos en incorporarse a la cola.

Cuando se abrieron las puertas, a eso de las seis de la tarde de ayer, el gentío ya era difícilmente controlable en los aledaños del estadio. Primero entran los convenientemente marcados (con rotulador, no a fuego, pero todo se andará) y después los simples mortales. Todos ellos con el único objetivo último de acceder a la zona delantera de la pista y lograr una de las preciadas pulseras que permiten seguir creyendo en el Estado del Bienestar, mientras cerca, detrás, ahí mismo, la humanidad se comprime y se la juega por un maldito centímetro.

LA EUCARISTÍA

Adoleciendo de una molesta (pero perdonable) falta de puntualidad, a eso de las 21:31 horas Springsteen arrancó con My love will not let you down un recital que duraría concretamente 3 horas y 33 minutos. Una gramola avasalladora que, como era de esperar, zarandeó a los presentes qusieran o no, con un maestro de ceremonias incansable, inagotable y de alguna manera infinito, por el que milagrosamente no pasan los años. Un ultra fondista que no concibe otra forma de vida diferente a vaciarse noche tras noche.

En 213 minutos da tiempo a que suenen muchas canciones, interpretadas todas ellas con la incontestable solvencia de una E Street Band infalible, como siempre. Destacables –por ser la esencia misma del rock de estadio– fueron momentos como Out in the street, Wrecking Ball, The River, Darlington County, Because the Night o Rosalita, alternados con ciertos necesarios aminoramientos de revoluciones, aunque nunca dejando recaer el ritmo.

Waitin’ on a sunny day, como ya es tradición, fue el momento en el que los fans más desprendidos ofrecieron en sacrificio a sus vástagos, a cambio de un momento de orgullo parental, que requeriría un análisis que ahora no procede. Después, la intensidad creciente de Drive all night fue la joya de la velada, antes de una traca de coros sin fin con The Rising, Badlands, Light of Day, Radio Nowhere, Born in the USA, Born to Run, Dancing in the Dark y Tenth Avenue Freeze-Out.

Como colofón, una buena ración de rock clásico y bailón con Twist and Shout / La Bamba y el Shout de los Isley Brothers, con el personal ya literalmente echando humo y prácticamente bailando descalzo tras haber quemado toda la suela. Aún hubo tiempo para unas palabras de cariño de Springsteen –“¡Os queremos España!”–, antes de atacar en solitario con la guitarra una sentida versión acústica de Thunder Road, perfecto epílogo para aterrizajes físicos, sensoriales o emocionales. Es la incombustible veracidad del rock.

‘LONG WALK HOME’

Apenas cinco minutos después de abandonar el escenario, Bruce salía por la parte trasera del escenario y abandonaba el estadio en último lugar de su extenso séquito, del que en esta ocasión formaba parte su madre Adele, conocida de sobra por los seguidores del músico estadounidense por asistir habitualmente a sus conciertos. Tan conocida, que cuando apareció por la tribuna para buscar su asiento se llevó tal ovación, que se vio obligada a saludar avergonzada.

Y mientras Springsteen comentaba la jugada con su madre (y con su hermana Pamela, también presente), miles de personas protagonizaban la enésima diáspora del rock. Más o menos enchufados, muchos compartieron sus sensaciones en las redes sociales, a través del hashtag #BruceGijón: “Nos has hecho tocar el cielo con los dedos”, tuiteaba @OliNaTeam; “¿Quién es dios? Bruuuuuuccceeeeee. El mejor concierto de mi vida», añadía @Velascobasket; “Concierto memorable”, apuntaba @controlaltsup o las buenas noches de @covibp: “Con dolor de garganta, las manos doloridas de tanto aplaudir y con una experiencia inolvidable me voy a la cama”. Cosas de la incombustible veracidad del rock.

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