Ha muerto Tom Petty. Un músico genial, casi seguro que imprescindible, y que a fuerza de ser tan americano en España nunca tuvo el reconocimiento que realmente al que se hizo acreedor. Nunca, que se sepa pisó, este país, y eso probablemente le cerró las puertas a ese público fácil que prefiere que se lo den todo un poco hecho y ya algo mascado. Sin embargo, ídolo en su tierra, esta persona cordial y accesible que nunca renunció a sus orígenes sureños, ha vendido más de 80 millones de álbumes. Sin embargo, y como digo, en esta tierra nuestra para la gran mayoría es más conocido por aquel divertimento en compañía de los más grandes que fueron los Traveling Wilburys. Incluso, los más osados y desconocedores, dan como gran valor de este músico que fuera colega del Beatle George Harrison. Tan solo eso. Qué pena.
Petty se ha ido. No se si le quedaba mucha obra por cerrar, pero sus conciertos (ahora en gira de los 40 años de carrera) seguían siendo apoteósicos junto a máquina perfecta de sonar que eran los Heartbrakers, especialmente su íntimo y fiel, Campbell, guitarrista de lujo que, como Barre de los Tull, sufre la maldición de estar siempre a la sombra de un acaparador de atenciones, y eso que el ego del sureño nada tienen que ver con el del flautista escocés.
La obra de Petty es buena. Muy buena. Siempre a nivel. Ausente de fiascos y con picos de autentica grandeza. Es difícil quedarse con algo. Pero todos somos humanos, y por lo tanto parciales y subjetivos y si me lo permiten yo me quedare con la frescura de Damn the Torpedos, la sinceridad de Southern Accents y en canciones Down South, mi favorita y que desde que me entere de esta perdida dolorosa no consigo quitarmela de la cabeza.
Manuel Teira Diamantes Musicales